“La finca Valti es una joya”, asevera D. José Manuel Castillo, responsable del mantenimiento de la inmensa parcela que mantiene el Colegio Claret de Madrid en la localidad de Paracuellos del Jarama, a 20 kilómetros de nuestro del centro de enseñanza. Y es que Valti no es solamente un lugar donde los alumnos más mayores pueden realizar las horas de Educación Física, ni tampoco debería ser exclusivamente asociada al lugar donde se celebran los campamentos de verano para los más pequeños una vez que finalizan las clases.
Se trata de un impresionante número de metros cuadrados de enorme valor ecológico “donde yo me siento como en casa”, expresa Castillo, satisfecho de la labor que viene realizando desde hace ya un par de años, recorriendo el perímetro de arriba y abajo, limpiando matojos y poniendo el pozo en marcha. Castillo no puede parar quieto. “Dadme un par de años para verla como a mí me gustaría mostrarla”, advierte. A su juicio, aún queda mucho trabajo por hacer, y en este sentido, toda ayuda es más que bienvenida.
Así, dispuestos a arrimar el hombro, el grupo EcoClaret, a cuyo frente se encuentra el profesor Ignacio Porto, difundió por medio de la intranet del colegio una circular que invitaba a pasar juntos un día entero “reforestando Valti”. A la llamada acudió un nutrido grupo de profesores, familias, alumnos del centro educativo y religiosos claretianos dispuestos a reponer unas cuantas especies que este trágico calor de verano arrasó por completo durante el periodo estival. El resultado fueron más de cincuenta árboles plantados que ya están creciendo en nuestra finca, almendros y pinos “que nos fueron donados por la empresa Olalla”, un vivero de planta forestal que siempre ha mantenido buenas relaciones con la Congregación.
Los pequeños profundizaron en valores como el cuidado y respeto por el medio ambiente, las familias estrecharon lazos entre ellas y con los profesores y misioneros y el grupo ‘EcoClaret’ no deja de ser día a días más conocido y valorado… En definitiva, un día de trabajo y convivencia que culminó con una barbacoa, y con la seguridad de saber que “esto hay que repetirlo más veces”.