En la primera acta del club de lectura del colegio Claret de Segovia quedaron escritas las bases de esta iniciativa: “No un foro de discusión; sí de diálogo. No es una escuela de padres ni un lugar de clases magistrales, sino un espacio de compartir el gusto por la lectura, y las interpretaciones concretas a partir de los libros que nos planteemos leer”. Hoy, doce años después, las reuniones de cada primer lunes de mes siguen proponiendo lo mismo y con la misma ilusión.
Durante todos estos años ha habido un número variable de interesados, “algunos años más y otros menos”, explica el veterano profesor Juan Antonio del Barrio Álvarez, – desde siempre conocido en el Claret como Juancho- “pero no por ello nos hemos planteado nunca abandonar este proyecto”. “En cierto sentido, somos la resistencia, y perseveramos con orgullo y con la cabeza muy alta, porque potenciamos el gusto y el interés por la lectura y su disfrute personal”, abunda.
Para el colegio este discreto club es una referencia. Una iniciativa consolidada con el paso de los años que basa su secreto en las aportaciones que voluntariamente ofrece cada integrante. Entre ellos, se cuentan profesores, alumnos, madres y padres –“este año, solo madres”– e incluso antiguos profesores. “Desde un principio hemos invitado a participar en nuestras reuniones a toda la comunidad educativa, pues la responsabilidad del fomento de la lectura nos implica a todos”, recalca Del Barrio. “De una forma muy libre ponemos en común un libro leído que haya sido propuesto con un mes de antelación”. Seguidamente, “redactamos unas ‘actas’ que dan cuenta de lo hablado y las colgamos de la web del centro”, continúa el coordinador de esta iniciativa.
Probablemente este modesto club de lectura no llegue nunca a alardear de ello, pero la labor que proponen, además del placer que comporta el propio hábito lector, ha conseguido sobrepasar los objetivos centrados en el desarrollo de la comprensión lectora que exige el currículo de Bachillerato. “Una sola sesión del club de lectura convalida quince clases de literatura”, bromea Del Barrio. Además, entre otros beneficios se percibe una mayor actitud reflexiva y crítica de los alumnos participantes. De manera secundaria, estas reuniones lectoras han contribuido al desarrollo de la expresión oral y escrita y de todas las competencias básicas en general, “entre las que destaco la de aprender a aprender”, concluye el profesor, que para explicarse hace referencia a una anécdota reciente: “Acordamos comentar el libro ‘Hamnet’ de Maggie O’Farrell, y una alumna de segundo de bachillerato, llegado el día de nuestro encuentro en la reunión del club, nos contó que se lo leyó directamente en inglés, que es la lengua en que está escrito. Y pese al esfuerzo que a buen seguro le costó, expuso una crítica brillante”. Quizá por hechos como el que cuenta -y otros similares que no ha llegado a hacer-, el club de lectura del Claret de Segovia sea toda una referencia.