Madre Antonia París

La Madre Antonia París y Riera nació en Vallmoll (Tarragona), el 28 de junio de 1813. Desde muy temprana edad se sintió atraída por la oración. En generosa apertura al plan de Dios para ella, María Antonia se percató, en torno a los 13 años, de que Dios la llamaba a consagrar toda su vida a su servicio. Ingresó como postulante en

la Compañía de María el 23 de octubre de 1841. Desde entonces la idea fundamental de su vida fue agradar a Dios y hacer siempre su voluntad.

Y Dios tuvo sus planes para ella. A través de la oración intensa y de las orientaciones de sus directores espirituales, fue descubriendo e interpretando la gracia especial que recibió del Señor. El Señor le hizo ver los males que aquejaban a la Vida Religiosa entendiendo que Él quería que se volviera a una fidelidad grande al Evangelio, al estilo de vida de los apóstoles.

Ante semejante empresa, Antonia sintió su pequeñez, pero el Señor la guió hasta la persona que le ofreció una ayuda providencial: Antonio María Claret, sacerdote misionero. En 1850, María Antonia le presentó al P. Claret su proyecto de fundación tal como Dios se lo había inspirado. El P. Claret lo entendió como obra de Dios y la apoyó en su fundación. Así el 25 de agosto de 1855, en Santiago de Cuba, nació en el seno de la Iglesia un nuevo Instituto cuyo fin principal era vivir con radicalidad los consejos evangélicos y, a imitación de los Apóstoles, trabajar hasta morir enseñando a toda criatura la Ley Santa del Señor. Murió el 17 de enero de 1885. Juan Pablo II proclamó sus virtudes heroicas el 23 de diciembre de 1993.

La M. María Antonia París unió acción y contemplación, se hizo caridad para Dios y entrega en el servicio humano. En el misterio de María, bajo la advocación de la Inmaculada, encontró su modelo de vida.  En su carisma destaca la centralidad de la Palabra de Dios, vivida y anunciada en la evangelización de todos los pueblos. Su actividad misionera brotó de su encuentro diario con el Señor en la oración y en la Eucaristía. Entendió que la misión se apoya en la vida de comunidad.

Las Misioneras Claretianas, en fidelidad al carisma recibido de la venerable M. María Antonia París y de san Antonio María Claret, se sienten llamadas a trabajar incansablemente en el anuncio de la Buena Noticia de Jesús. Por tanto, concentran sus esfuerzos apostólicos en los campos de la educación y el trabajo misionero entre los más pobres. Igualmente en la pastoral con familias, niños y jóvenes, el ministerio catequético y litúrgico y la atención a los emigrantes y refugiados. Y también en la promoción de la vida consagrada y la formación de sacerdotes; las casas de retiro y espiritualidad.